La fotografía (del griego φωτός, ‘luz’; γράφος, ‘escritor’) es el arte y la técnica de obtener imágenes duraderas por la acción de la luz sobre una superficie fotosensible.
Pero, ¿Cómo se captura la luz? ¿Cuales son los instrumentos que se utilizan para ello? Y ¿Cómo podemos transformar la luz para darle la forma que imaginamos?
La luz viaja ante nuestros ojos, se refleja en los objetos con los que se encuentra, poniendo en evidencia sus características principales, su color, su textura, su brillo o su posición. Esa luz emitida y reflejada podemos capturarla con nuestra cámara fotográfica, haciéndola pasar por una lente que la concentre sobre un sensor digital donde es procesada y almacenada.
Existen dos partes bien diferenciadas en una cámara fotográfica. Por un lado tenemos el bloque óptico u objetivo fotográfico, este está formado por un conjunto de lentes que permiten la concentración de la luz, y su paso a través de una puerta circular llamada Diafragma, que en muchos casos podremos abrir o cerrar a voluntad para dejar pasar más o menos luz.
Este cierre o apertura de Diafragma se regula a través de los números F, que confieren a cada objetivo la propiedad de la luminosidad, que será mayor cuanto menor sea el valor de su F, y que cerraran el paso de luz cuanto mayor sea su valor.
Así tenemos diafragmas desde F1 de máxima apertura en el paso de luz, que irá cerrandose en una progresión equilibrada y proporcional a la cantidad de luz de F1.4; F2; F2.8; F4; F5.6; F8; F11; F16 y F22.